UNA BUENA REFLEXIÓN


17 nov 2013


Aunque sea imposible describir  en una página el modelo sindical español, es la primera vez que un artículo se aproxima al tema.

Todo el mundo habla y habla de las liberaciones sindicales, de las subvenciones sindicales, de la participación sindical en los ERES, de la retribución al sindicato por su trabajo o por su asesoramiento...

En realidad y para obrar con justicia debería hablarse en primer lugar del modelo sindical que tenemos y del modelo sindical que queremos. Lo primero es absolutamente ignorado  por esa gran mayoría que habla y habla y lo segundo no parece de su interés.

La critica gratuita a los sindicatos demuestra muchas veces (no siempre por supuesto) que tenemos mas preparación, mas disposición y somos más felices en el cotilleo televisivo y de bar, que en la reflexión intelectual, pues nos encanta opinar y opinar desde la ignorancia en lugar de estimular la curiosidad intelectual y contrastar los datos y las informaciones (o desinformaciones que lo son mayoritariamente)

El modelo sindical español, es un modelo que necesita subvenciones y necesita que las organizaciones sindicales cobren por sus servicios...  ¿cual es la razón? La razón radica en el  imperativo legal  de atender desde los sindicatos las necesidades de todo el colectivo de trabajadores y negociar acuerdos y buscar soluciones para todas las personas trabajadoras, afiliadas o no.

El día que CCOO y el resto de sindicatos, en los convenios o acuerdos de cualquier clase, negociados por el sindicato y avalados con la firma de alguno de sus responsables  pueda añadir una clausula de exclusión 
(así se llama en los países donde puede hacerse) que excluya como su nombre indica a las personas no afiliadas, ese día habremos cambiado de modelo sindical.

El día que se descuente a todos los trabajadores y trabajadoras sin excepción, de la nómina una cantidad en concepto de cuota sindical que luego irá destinada al sindicato de elección de la persona trabajadora, ese día habremos cambiado de modelo sindical.

Cuando llegue ese día, podremos empezar a hablar de la desaparición de subvenciones y de la gratuidad de los servicios sindicales. Mientras tanto, hablar de estas desapariciones significa convertir a las personas no afiliadas a ningún sindicato en parásitos de aquellas que por el contrario, si financiamos a las organizaciones sindicales con nuestro dinero a través de nuestras cuotas.

Paradójicamente, lo que probablemente ocurra, es que llegado el día en que se abra un debate serio sobre el modelo sindical, tal vez acabemos optando por el mismo que tenemos. Pues en los modelos alternativos no reside la panacea sindical y también tienen sus inconvenientes y acarrean sus consecuencias políticas y socio-laborales. Por ejemplo la limitación de la libertad sindical de la que gozamos en este sistema nuestro que comprende la libertad de afiliarse o no, a un sindicato, o la aparición de una nueva desigualdad entre personas trabajadoras de una misma empresa o centro de trabajo, unas bajo el paraguas del convenio y otras sin esa protección. 

Respecto al tema de las liberaciones sindicales. La opinión pública más neoliberal (por no llamarla de otra manera) ha conseguido crear un pensamiento perverso en la ciudadanía, pretendiendo hacer pasar por privilegio de unos pocos, lo que es un derecho colectivo de la clase trabajadora. Derecho  que se ha conseguido, como el resto de derechos colectivos con el sufrimiento, la cárcel, la represión, la tortura de muchas personas políticas, sindicalistas, intelectuales o simplemente personas trabajadoras solidarias y de bien, que en momentos difíciles, se olvidaron de sus intereses personales para defender los derechos colectivos. Sólo por respeto a estas personas no deberíamos frivolizar al hablar de estos temas, lo cual no significa no hablar de ellos, por supuesto (Viva la libertad de expresión) sino tratarlos con el respeto histórico e intelectual que se merecen y no desde la demagogia, el sofisma e incluso desde la hipocresía.

Es bastante hipócrita criticar las liberaciones sindicales y al mismo tiempo exigir de la personas delegadas que realicen su labor con entrega y eficacia y al mismo tiempo también, presionar a aquellas personas que quieren hacerlo recurriendo sólo a la utilización de horas sindicales, compatibilizando sus funciones habituales con la representación sindical y se las presiona, para que no utilicen ese crédito sindical y no se ausenten de su puesto de trabajo para no tener que suplirles en su trabajo durante su ausencia y es bastante hipócrita contemplar impasible como se ejerce por parte de los jefes acoso sobre esas personas, sin recibir ninguna muestra de solidaridad por parte de sus compañeras y compañeros.

La conclusión final que puede extraerse de estas conductas contradictorias es que se pretende volver a los tiempos franquistas, cuando ser sindicalista significaba renunciar a la vida familiar y vivir errante, de reunión en reunión y de asamblea en asamblea hasta altas horas de la noche, de lunes a domingo.

Pues para llegar a este destino, no habríamos necesitado hacer un viaje tortuoso con tantas alforjas, porque todas las funciones han de realizarse bajo la protección del derecho a la conciliación de la vida laboral y familiar, salvo que pretendamos convertir a las personas sindicalistas en  trabajadores asemejados a los sacerdotes. Ya utilizo sólo el masculino porque el prototipo sería: hombre, célibe y sin familia.

Pero además de la injusticia, con esa desgraciada solución, alcanzaríamos también la inoperancia, pues a altas horas de la noche, los domingos y fiestas de guardar, no ejercen sus funciones otras personas y cargos no siempre hombres, no siempre célibes y no siempre sin familia, con los que hay que relacionarse, hablar, discutir, negociar: abogados y abogadas, directores y directoras, políticos y políticas, pagadores y pagadoras  de nóminas, inspectores e inspectoras de trabajo, etc. etc. etc...


..Y nada más leer ésto alguien pensará o dirá sí pero " yo conozco a uno..."




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