Nos han repetido tantas veces las bondades del libre mercado, tanto nos han insistido que nos hemos creido éso de que el Estado cuando interviene en la economía lo que causa es un tremendo perjuicio. Es más, incluso ahora la sociedad repite como un mantra que la política es nuestro castigo, han sido los políticos los que nos han conducido al desastre y hay que eliminarlos o reducirlos a la mínima expresión y todo ello sin distinciones entre "La Politica" , "los Políticos" y los Partidos. Sin distinciones entre qué políticas, qué políticos. Sin distinciones entre las buenas y las malas políticas y entre los buenos y los malos políticos.
Vamos a afirmar lo obvio. La ausencia de política, es una manera de hacer política, la peor manera de hacer política, la manera neoliberal de hacer política, la política que ha alimentado la economía especulativa y nos ha llevado al pérfido lugar donde nos encontramos.
En los momentos de explendor económico, el mercado se regulaba sólo magnificamente, en total ausencia de intervención estatal que le pusiera normas o filtros. Se especuló con el dinero en ladrillo desmesuradamente, se especuló sin más, al margen de la economía productiva, de esa economía que crea riqueza y empleo sostenible. Se embolsaron las inmensas ganancias que mayoritariamente se depositaron en paraises fiscales (donde aún siguen) para que no revirtiesen de ningún modo en la sociedad. Todo ello con los bancos y desde los bancos.
A los pocos políticos o intelectuales que tenían alguna oportunidad mediática para denunciar este corrupto sistema, (seguro que tenemos a alguien ahora en mente) se les invisibilizaba, se les ridiculizaba, y hasta se les insultaba con los tópicos descalificadores y demagógicos de siempre, rojos trasnochados, visionarios...
LLegó el momento de las vacas flacas y el Estado de pronto ¡Qué curioso! ya no es el enemigo, es el ente salvador de la Patria. El mercado ya no regula por si sólo, ni magnificamente ni de ninguna forma las pérdidas y por tanto el socialismo de la socialización de las pérdidas económicas es la panacea y los pobres infelices que nunca tuvimos ni la remota intención, ni tampoco la remota oportunidad de llevar nuestros exiguos ingresos a los paraisos fiscales, tenemos que colaborar a reparar el desaguisado y poner nuestra aportación, de nuestro miserable, congelado y después recortado salario, por culpa de aquellos a los que tenemos que salvar y para tapar el agujero financiero que han dejado con su avaricia y mientras que sus beneficios siguen a salvo incólumes e intocables.
Tal vez, tengan razón quienes afirman que no existe nada mejor que la ignorancia para ser feliz, como la felicidad del pez que coletea en el mar hasta que es devorado por el marrajo o la felicidad de la ejemplar hormiga que no escatima esfuerzo social sin esperar ninguna recompensa y es admirada por su laboriosidad, aunque fruto de su ignorancia, ni siquiera llegue a percibir dicha admiración.
Tal vez somos mas felices en la ignorancia y por eso, los poderosos del mundo se reunen en sesiones secretas asociados en el club Bildemberg, (es sólo un ejemplo) cuidadosos de nuestra felicidad y para evitarnos el mal trago de tener que conocer de antemano lo que nos tienen preparado.
Pero cuesta aceptar la máxima de la ignorancia feliz y el sumiso sacrificio sin hacer ni siquiera una pequeñísima reflexión sobre algunas de las causas que han originado las cargas que nos han colgado en la chepa y sin evitar hacernos la pregunta del millón ¿Porqué se nacionalizan las pérdidas actuales y no las ganancias futuras? Porqué no se nacionaliza a la banca a la que hay que salvar por el bien de la nación con el dinero del único patriota consecuente... El Pueblo.
Absténganse de contestar los rojos trasnochados y los visionarios
DOCUMENTO EXPLICATIVO